Dicen que recordar es volver a vivir y como soy uno de esos tontos que le encanta andar acordándose de cosas, con todo esto de las vacaciones y de los miles de lugares que el mercado nos ofrece para descansar, me puse a pensar en aquellas vacaciones de antaño en los lugares que disfrute y todas aquellas anécdotas y aventuras que vale la pena rememorar.
Para comenzar es bueno dejar en claro que por una cuestión de edad, antes mis vacaciones nunca fueron sinónimo de descanso; al contrario las vacaciones significaban la excusa perfecta para hacer una infinidad de cosas que el desarrollo del año no te permitía; sin embargo ahora cuando ya estamos más adultos (por no decir otra cosa) las vacaciones ojalá signifiquen un tiempo de descanso, pero descanso verdadero, es decir: levantarse tarde, regalonear con la pareja en la casita o en la playa no hacer ningún tipo de esfuerzo que te signifique un desgaste intelectual, caminatas interminables, etc.
Tuve la suerte de ser desde bien pequeño, bastante independiente para mis cosas, lo que de alguna u otra forma me significó que mis viejos fueran flexibles a la hora de solicitar el respectivo permiso para mandarme a cambiar de vacaciones con algún amigo y su familia o simplemente solos. Por otra parte tenemos que a eso de los 15 años en adelante, las vacaciones con tus viejos ya no resultan atractivas y aquellos bingos playeros o los típicos juegos del litoral central se transforman en lugares de reunión más que en sectores de diversión.
Mis mejores veranos los pase agarrando mi mochila y enfilando casi siempre hacia el norte, de preferencia la cuarta región, para encontrarme con amigos o con mis primos que vivían en Tongoy, balneario chiquitito pero entretenido si lo que busca es conocer gente piola y que le guste la fiesta sin tanta parafernalia. Quien no tuvo acaso aquellas fogatas en la arena en donde te encontrabas con todo tipo de gente, y no me refiero a pokemones, emos, visual y esas cosas, sino que a personas con distintos mundos y estratos sociales, pero con una sola finalidad, pasarlo bien sin escándalo y a la luz de una fogata, un buen copete y una entretenida conversación.
Para que decir que fueron esas fogatas veraniegas las que hicieron que me interesara en tocar la guitarra, ya que luego de hacer un focus group y estudiar el comportamiento de todos los integrantes de estas reuniones, llegué a la conclusión que el guitarrista de fogata siempre tiene una ventaja sobre los demás en cuanto a conquistas femeninas se trata. La verdad es que me considero un estudioso del comportamiento humano, por lo que he podido identificar a varios personajes de la fauna chilena, pero ese es materia de un próximo post.
Como olvidar aquellos primeros amores de verano con aquella niña que conociste en la playa o en el campo y que sabias que ese romance tenia como fecha de término el final de las vacaciones por lo que el proceso de enamoramiento era mucho más rápido de lo normal y te pasabas el día entero pensando ella y en lo que harías hasta el fin de las vacaciones. Generalmente son las mujeres las que más se acuerdan de aquellos amores con lujo de detalles, yo por mi parte debo decir que aun recuerdo un par de esos amores y de esas aventurillas no relatables por este blog.
En aquellas vacaciones donde solo te preocupabas de tener la plata para ir y volver y mantenerte con lo mínimo para comer (o de lo contrario trabajar un par de días en donde fuera para hacer la plata para el pasaje de vuelta), lo demás se destinaba a diversión. Aquellas vacaciones donde uno aperraba como fuera, no importaba dormir en la playa o no almorzar o comer a ciertas horas, y por que no decirlo, no bañarse. Aquellas vacaciones donde no te interesaba pensar en lo que venía después del termino de los días de descanso, sino que lo importante era divertirse como fuera.
La contrapartida actual de todo esto ahora es que las cosas cambian bastante, ya que no me imagino yéndome de vacaciones con la plata justa, o durmiendo en la playa (a menos que este bajo la influencia del alcohol) y menos no bañarme por lo menos una vez al día. Soy un convencido de que uno va quemando etapas y que tiene que tener presente que son cosas que ya pasaron, pero por lo menos tengo la satisfacción de que cuando pude, aproveche mis vacaciones a concho.
Por eso ahora que no tengo vacaciones y me quedaré en esta sucia ciudad durante estos dos meses estivales, el recordar me hace sentir aun ese olorcito a fogata y los recuerdos me traen al presente aquellos buenos momentos