
La verdad que últimamente ando medio blokeado, de cueva no me han atropellado en la calle alguno de esos choferes tan amables que hay en la capital. Son tantas las cosas en las que tengo que pensar, que al final se me enredan y al final de cuentas, termino pensando un millón de estupideces. No me preguntare mejor el porque de mi estado, temo la posibilidad de que la respuesta final sea simplemente "porque si"; por lo tanto en estos momentos trataré de dejar mi mente mas o menos en blanco y escribir un post mas o menos coherente.
Lo poco rescatable de este par de días en que he estado acá en Santiasco ha sido que por esas cosas de la vida me ha tocado ir a buscar varias veces al colegio a mi sobrina Camila (o C como diría Maite, Alexandra y G) y llevarla a su casa o al dentista etc. Por lo cual he podido compartir con ella mucho mas del tiempo que suelo compartir con ella las veces que vengo a Santiago.
Esta niña maravillosa llego a mi vida hace como siete años, y como cualquier niño que se une a un grupo familiar, llega a cambiar las cosas para siempre. En lo personal, nunca he pensado mucho en eso de ser padre ni casarme (toco madera), por lo que la llegada de la Camilita llego a suplir por si acaso esos deseos de tener descendencia y a aplacar los deseos ocultos de mi padre de ser abuelo.
Desde chica la tuve cerca, dándole las famosas papillas, esos asquerosos alimentos de origen desconocidos que las madres de hoy obligan a sus guaguas a comer; mudándola, hay algo más asqueroso que mudar una guagua después de que ha comido estos alimentos?, y por supuesto enseñándole cuanta huevada se me venia a la mente (con el correspondiente reto de mis viejos por enseñarle huevadas a la niña). En ese tiempo yo aún vivía en Santiago con ella por lo que su primer año de vida a disfrute a concho todo ese tiempo. A decir verdad cuando me fui de la casa de mis viejos, la única persona que a la que realmente extrañaba, era ella; a mayoría de mis viajes a la capital fueron a que la hechaba de menos y me daban ganas de jugar con ella aunque fuera por un rato. Así que cuando llegaba a su casa ella me esperaba lista con un plan de juego que incluía miles de transformaciones: enfermo, chofer, guagua, etc.
Como es mi única sobrina (hasta ahora), por ende es la regalona, sin embargo, mi relación con ella no ha evolucionado como una relación tío – sobrina, mas bien he procurado hasta cierto punto que funcione como una relación entre iguales. Cuando estoy con ella, el adulto que a veces me niego a ser, se transforma en el niño que alguna vez fui y que me encanta seguir siendo. Mas bien muchas veces parece ser ella el adulto de esta relación, ya que suele retarme cada vez que salimos y yo ando jugueteando por ahí (la verdad es que a veces la hago pasar algunas vergüenzas).
Mi niña hermosa es la única persona con la cual no tengo que fingir en algún momento, los ratos en que estoy con ella creo que realmente soy quien soy. Los niños te dan esa libertad, soltarte de muchas de las cosas que te atan día a día, solo tienes que ser tu y divertirte al igual que lo hacen ellos y correr y saltar subir y bajar y terminar con la lengua afuera.
Se que mi niña algún día crecerá y será veterinaria como ella dice (la muy desgraciada no quiere ser abogada y trabajar conmigo), quizás ya no recuerde los momentos tan gratos que pasamos los dos, como cuando me disfrazaba de lo que se le ocurriera; Por lo menos yo si guardo todos esos momentos y agradezco su presencia en mi vida a que es una de mis pocas válvulas de escape que tengo de esta vida a veces tan monótona.
Mi niña hermosa, tal vez aun eres muy chica para entender lo mucho que te amo y lo mucho que has significado para mi en estos poquitos años, eres la lucecita que a veces esta al final de un día obscuro, gracias mi niña, gracias por dejarme ser yo.